El orden de los factores no altera el producto por eso el principio está al final.
Quisiera con este motivo someter a su consideración algunas reflexiones sobre un tema que ha sido pieza clave en mi pensamiento durante estos últimos años: la relación entre democracia política y sociedad civil.
1. El mundo, durante el siglo XX, ha vivido una bipolaridad ideológica entre dos modelos antitéticos: el occidental y el colectivista. El modelo occidental, caracterizado por dos rasgos básicos: un sistema de libre mercado, con mayor o menor grado de intervensionismo y apertura internacional, y un régimen de democracia pluralista en el que los partidos políticos ejercen de hecho el monopolio de la representación parlamentaria como instrumentos para el acceso al poder. El modelo colectivista, construido sobre dos principios opuestos: la inexistencia del mercado como mecanismo que asigna los recursos destinados a la producción de bienes y servicios, y establece el valor de unos y otros una vez producidos; y la existencia de la democracia parlamentaria, sustituida por un modelo centralizado y totalitario, con partido único y una confusión deliberada entre partido y Estado. La caída del llamado “socialismo real” ha sido sobre todo un triunfo de las ideas sobre el poder político, una victoria de lo que Havel llama “el poder de los sin poder”, de aquellos que, contra toda esperanza y al margen de cualquier probabilidad, se elevan contra un régimen inaceptable para la dignidad humana. Este fracaso del socialismo real ha engendrado una sensación de triunfo definitivo de los dos pilares sobre los que se construye el modelo occidental: la economía de mercado y el parlamentarismo resultante del poder monopolístico ejercido por los partidos políticos, hasta el punto de hablar incluso, probablemente con audacia, del “fin de la historia”. Y, sin embargo, creo que ésta es la hora para reflexionar sobre la estructura de nuestro modelo de convivencia a fin de analizar sus disfunciones y aventurar nuevos caminos que aproximen la realidad política a las apreciaciones y demandas de la sociedad civil.
Si me lo permiten, me detendré en esos dos componentes básicos del sistema demoliberal.